La entraña de la espiritualidad cristiana

Domingo 5º de resurrección

Evangelio: Jn 15, 1-8:

 Dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Para meditar:

 1. San Juan escribe su evangelio ya para la segunda generación de cristianos que no han conocido a Jesús de Nazaret y se encuentran con él gracias a la fe. En aquella comunidad hay convertidos del pueblo judío que se consideran elegidos por Dios como descendencia de Abrahán. Hay también una corriente gnóstica que en Jesús solo ven una iluminación, pero no una vida que se da. Finalmente habían pasado ya los fervores de la primera generación cristiana, y el evangelista quiere hacer una catequesis sobre la fe o espiritualidad cristiana. En ese contexto hay que leer lo que originariamente pudo ser una parábola de Jesús. la vid y los sarmientos,

2. Se acude al símbolo  de la viña, una imagen tradicional en la cultura y en la tradición bíblicas, para referirse al pueblo como viña de Señor. El profeta Isaías trae un cántico nostálgico de la viña que, plantada con amor y cuidada con esmero, al final en vez de uvas dulces, dio agrazones; “esperaba de ellos justicia y derecho, pero en cambio veo injusticia y asesinatos”. El mismo Jesús, en vísperas de su muerte, lamentó la conducta de los viñadores homicidas que le iban a condenar. Y hoy nos dice: “yo soy la vid verdadera”, es decir, el nuevo pueblo de Dios, la descendencia de Abrahán. Y la catequesis del evangelista corrige la desviación gnóstica. Jesús no solo ilumina, sino que es portador de vida: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, así tampoco vosotros daréis fruto si no permanecéis en mi”.

 3. Jesús no dice “yo soy la viña” donde hay muchas cepas, cada una con sus sarmientos. Tampoco dice “yo soy la cepa y vosotros los sarmientos”. Dice más bien “yo soy la vid que incluye cepa y sarmientos”. Un cuerpo espiritual con una sola vida. Por eso cualquier obra buena o mala que realicen los miembros de este cuerpo repercute para bien o para mal en los otros miembros. “El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto”. Según el cuarto evangelista, la fe no se reduce a la aceptación intelectual de unas verdades. Muy similar al amor, la fe es una experiencia compleja que incluye, sintonía profunda, sumisión libre y entrega gozosa de toda la persona. Así se comprende que vivir la fe cristina es recrear la conducta de Jesús en la propia conducta, “permanecer en él”, seguir al “Primogénito de los creyentes”. Ahí está la entraña de la espiritualidad cristiana.

Volver arriba