La canción del Pastorcico.... Cántico de la Pastora. San Juan de la Cruz: Tres lecturas (CB 23) La canción del Pastorcico. San Juan de la Cruz: Tres lecturas (CB 23)

mos celebrado este domingo (20.4.24) la fiesta del Buen Pastor, tomando como base la lectura de Jn 10. En ese contexto he ofrecido, la semana anterior (16-19 4.24), una lectura literaria del Salmo del Buen Pastor (Sal 22/23),  con una “investigación” básica del tema en la poesía y pensamiento de Fray Luis de León.

    Hoy presento y comento, en tres formas complementarias, el que es a mi juicio el más bello y profundo de todos los textos del Buen Pastor en la literatura y teología de occidente: La Canción del Pastorcico  de Juan de la Cruz, que él situado y comentado de un modo personal y eclesial en la Canción de la Pastorcica, que suele titularse “Cántico Espiritual”, el más significativo de los cantos de amor de la literatura y pensamiento de Occidente (CB 23).

    Es un tema y texto que ha pasado en general inadvertido, aunque es básico para interpretar y el sentido y tarea de la iglesia cristiana (de su reforma y recreación) en el siglo XX.

Canto para Dios - Un Pastorcico (de San Juan de la Cruz) - YouTube

Situación. Romance de la Trinidad y de la encarnación

 .Para exponer básicamente el contenido de la fe, en una línea de historia salutis (es decir, de historia bíblica, que es narración y no filosofía), Juan de la Cruz la Cruz ha utilizado la forma literaria del romance, de claras resonancias tradicionales, pues su misma sobriedad, y su estilo objetivo-narrativo le permiten expresar mejor los elementos fundacionales de la fe, entendida como historia de amor de Dios en la vida de los hombres.

  Juan de la Cruz no comentó en prosa este poema, a pesar de que muchos amigos lo aprendieran y repitieran de memoria. Pudiera pensarse que ellos entendieron y aceptaron sin más su novedad teológica, como si fuera algo evidente, tal como se expresa en un plano “popular” (no sistemático). Eso significaría que este credo espiritual, que es una especie de compendio de la Biblia, puede exponerse y entenderse por sí mismo, sin necesidad de comentario, al menos en aquel contexto, porque es algo que todos pueden entender sin gran dificultad.

 Su tema de fondo debía ser algo bien conocido para sus oyentes y amigo, pero nosotros no tenemos ya las cosas tan claras, pues estamos muy influenciados por un tipo de sabiduría y de mística del cosmos (del puro pensamiento) que suele llamarse universal (algo que todos ya saben), pero que no responde a la novedad de la experiencia de la Biblia. Pues bien, es aquí donde Juan de la Cruz puede ayudarnos, porque empieza con el Dios “extraño”, el Dios distinto, que es el propio de la Biblia, tan como se revela en su verdad, desde el principio del Génesis (Gen 1, 1) al principio del evangelio de Juan (Jn 1, 1).

Ese lenguaje de Juan de la Cruz parece claro, como es claro y directo el estilo del romance, un género abierto al pueblo, sin palabras técnica, sin metáforas complejas, de manera que todos pueden empezar a comprenderlo sin dificultad. Pero pronto descubrimos que esa claridad puede resultar engañosa, si es que la entendemos desde el “Dios común” (eso que todos llaman Dios, como dice Santo Tomás en su desarrollo de las Vías, en la Suma Teológica). Juan de la Cruz no empieza con eso que todos llaman Dios, sino con el Dios radicalmente distinto de la Biblia, que él ha entendido en forma de Trinidad y Encarnación.

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El Dios de Juan de la Cruz es el Dios bíblico que ama, que ofrece y quiere amor (dar amor, ser amado), un Dios que quiere que su “hijo” sienta y viva “el amor en desmesura”. Y así le dice en el centro del poema. Del amor  excesivo (de exceso) de Dios, trata el romance, que se puede dividir en tres partes que tratan de Dios en cuanto tal (Trinidad como entrega de sí y comunión), de la Creación (Dios en el mundo) y de la Encarnación entendida de un modo esponsal (trinitario), pues ella expone el nacimiento del Hijo de Dios como matrimonio de Dios con la humanidad (un Dios que allí “lloraba y gemía”, una humanidad que se alegra al ser en Dios), sin aludir directamente a la “vida pública” de Jesús, ni a su destino concreto de muerte y de resurrección. Así dice el centro del Romance:

  • Una esposa que te ame, / mi Hijo, darte quería,
  • que por tu valor merezca / tener nuestra compañía,
  • y comer pan a una mesa / de el mismo que yo comía,
  • para que conozca los bienes / que en tal Hijo yo tenía
  • y se congracie conmigo / de tu gracia y- lozanía (RomTrin 76-86)

La canción del Pastorcico

            Juan de la Cruz ha presentado así a Jesús, desde su mismo nacimiento, como Novio de las bodas de Dios con los hombres, elaborando un “relato” cristológico muy denso, prescindiendo de temas y disputas confesionales sobre naturaleza y persona, expiación y sacrificio, para centrarse en la experiencia del amor encarnado y pascual de Jesús, que se introduce en forma de amor compartida en el dolor de la historia humana, pues el “desposorio” de Dios con los hombres comienza en el pesebre “donde Dios lloraba y gemía”.

En ese contexto, que la muerte de Jesús no ha sido consecuencia de la ira de Dios, ni sacrificio por los pecados de los hombres, ni castigo impuesto por Dios como expiación sobre su Hijo (que actuaría aquí como representante de la humanidad), sino una experiencia radical de amor de amor de Dios que se ha encarnado en Cristo, para ofrecer así su vida por los hombres, esto es, para amarles y dejarse amar por ellos

            Jesús, Hijo de Dios, no ha venido al mundo para imponer su ley a la fuerza (desde arriba), sino para desplegar (vivir) en forma humana el mismo ser de Dios, la plenitud del amor divino, que es don de sí y entrega total de vida. Como hemos visto y veremos, Dios Padre ha entrega su mismo ser al Hijo, vaciándose así y muriendo en él, de forma que sólo ha podido (y puede) “ser”, recibiendo nuevamente la vida que él ha dado, pero no por sí mismo, sino por donación del mismo Hijo.   Jesús no ha muerto para reparar el pecado de Adán o de la historia (en sacrificio expiatorio), ni simplemente por rechazo de los hombres, como un asesinado (cosa que en otro nivel es cierta), sino más bien por entrega de amor, porque él mismo ha querido regalar su vida, dársela a los hombres, como ha destacado el poema del Pastorcito crucificado (que en algún sentido podría entenderse como una continuación del Romance de la Trinidad:

  •  Un pastorcico solo está penando
  • Ajeno de placer y de contento
  • en su pastora puesto el pensamiento
  • Y el pecho del amor muy lastimado.
  • No llora por haberle amor llagado
  • Que no le pena verse así afligido
  • Aunque en el corazón está herido
  • Mas llora por pensar que está olvidado.
  • Que sólo de pensar que está olvidado
  • De su bella pastora con gran pena
  • Se deja maltratar en tierra ajena
  • El pecho del amor muy lastimado.
  • Y dice el pastorcico:"¡Ay desdichado
  • De aquel que de mi amor ha hecho ausencia
  • Y no quiere gozar la mi presencia
  • Y el pecho por su amor muy lastimado!"
  • Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
  • Sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
  • Y muerto se ha quedado asido de ellos
  • Del pecho del amor muy lastimado.                                                                   

            Juan de la Cruz utiliza el género “bucólico” y, retomando un motivo tradicional en la Biblia y en la historia de la Iglesia, presenta a Jesús como pastor que pena y sufre porque la “pastora” humanidad no le ama. El Dios Pastor no sufre y pena por sí, sino por ella, porque no recibe su amor (no se deja amar) y por eso corre el riesgo de perderse. Éste es el “pecado” de la pastora humanidad, y ésta la respuesta de Jesús: Amar de una manera aún más intensa, morir por ella (darle su propia vida), abriendo los brazos en la Cruz.

            Jesús no ha venido para castigar pecados o para reparar ofensas, sino sólo para ofrecer amor allí donde no quieren recibirlo. Así aparece como Dios “impotente”, Hijo de Dios que “no puede” salvar a la fuerza a los hombres, porque si lo hiciera no les amaría, y en vez de salvarles les condenaría aún más, sometiéndoles bajo un yugo de imposición. Jesús muere así para “dar amor”, entregándose gratuitamente a los hombres[1].

            Entendida así, la muerte de Jesús tiene un carácter trinitario (es entrega de sí) en forma pascual, apareciendo como revelación suprema, en forma humana, del amor de Dios que sale de sí mismo (se despoja) para que el otro sea. Esa muerte es signo y presencia de una Vida que es más poderosa que todas las muertes, Vida de Dios que se expresa y penetra en el mundo no para ponerlo de nuevo bajo su dominio, sino para ponerse al servicio (bajo el dominio) de los hombres, que pueden matarle y le matan.

Quien así muere por los otros, ése es Dios, ese vive para siempre, pues aquellos que le matan no pueden matarle  por sí mismos, si es que él no se deja. Morir en amor y por amor, de un modo gratuito, como ha hecho Jesús, significa ser signo y presencia de vida de Dios (resurrección) en la fragilidad y muerte de la historia humana. Por eso, la resurrección no es algo que se añade después, tras la muerte, o a pesar de ella, sino la misma vida en gratuidad, la gracia plena del amor, entendido como donación personal culminada por la muerte.

Entendida así, la encarnación (tema del Romance) resulta inseparable de la muerte (tema del Pastorcico). Estos dos aspectos (encarnación y muerte pascual) resultan inseparables y definen, de un modo radical, el camino del amor cristiano, entendido como versión mesiánica y universal del Cantar de los Cantares de Israel, pero entendido en clave de experiencia histórica, es decir, de recreación humana.

La aportación cristiana de Juan de la Cruz (tal como aparece en el Romance, en el poema del Pastorcico y en sus restantes obras, culminando en el Cántico Espiritual), es un elemento básico de su experiencia, pero no como algo posterior o distinto, que se opone al amor del judaísmo del Cantar de los Cantares, para así negarlo, sino como reinterpretación del mismo judaísmo, en línea de entrega total de Dios (que aparece en Jesús como herido de amor) y en línea de pacto pascual, esto es, de encuentro definitivo en amor de Dios con los hombres.

Juan de la Cruz no ha “interpretado” en forma de prosa teológica esta Canción del Pastorcico,  pero lo ha heho de forme extensa y genial en el Cantico Espiritual, que podemos llamar “Canción de la Pastorcica”, donde va describiendo los momentos y camino del amor de la Buena Pastora, que le descubre en el “bosque y despliegue” de la vida… Pues bien, en este Canto Espiritual de la Pastora que vislumbre, busca y ama a su pastor hay una estrofa especial (CB 23) que responde y sitúa el tema de la Canción del Pastorcico. Así lo he puesto de relieve en mis tres comentarios al Cántico; el primero es más literario, el segundo más filosófico, el tercero más teológico. Si Dios  me concede algunos años más de vida, quisiera escribir un cuarto comentario al Cántico, poniendo en el centro el Canto del Pastorcico… y su matrimonio con la pastora conforma CB 23:

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  1. EL CÁNTICO ESPIRITUAL DE SAN JUAN DE LA CRUZ,Paulinas, Madrid 1991
  • Debajo del manzano,
  • allí conmigo fuiste desposada,
  • allí te di la mano
  • y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.

 Quedaban los esposos en el huerto, reclinado el uno sobre el otro, en gesto de amor ya realizado (CB 22). Pues bien, para que el gesto permanezca y sea humanamente creador es necesaria la palabra. Así interviene ahora el esposo. Antes no hablaba, a no ser de una manera indirecta o a través del coro, en los momentos decisivos del gran drama (cf. CB 13; 20-21). Quizá pudimos escucharle también en las palabras que la amante dirigía en nombre de ambos (cf. "cazadnos" de CB 17; "nuestros umbrales" de CB 18). Pero sólo ahora eleva de manera expresa su voz, empeñando su palabra de matrimonio.

Tendiendo un velo de pudor sobre los gestos anteriores, el esposo no pronuncia su palabra en el momento cumbre de la unión, sino después que el amor ya se ha vivido, ratificando el proceso precedente y haciéndolo durar por siempre ("allí te di la mano''). Significativamente, descubrimos que el matrimonio (llamado desposorio) se realiza debajo del manzano, en localización llena de sorpresas, que se encuentra además ratificada por el doble allí que sigue.

El esposo supone que el oyente conoce bien el sitio, y lo resalta por tres veces (debajo del manzano, allí, allí), como respondiendo a la pregunta primera de la amante en el poema: "¿adónde te escondiste, amado...?" (CB 1). No se escondió el amado; estaba esperando allí, bajo el manzano, para ofrecerse como esposo[2].De esta forma se explicitan las imágenes: todo el huerto es ahora lugar del manzano. Más aún. La estrofa anterior presentaba

  a la esposa reclinada sobre los dulces brazos del amado (CB 22, verso 5). Ahora cambia la imagen; ambos se encuentran debajo del manzano. Entre el sobre y el debajo ha sucedido algo que es definitivo, algo que el esposo certifica de modo solemne; está comprometido con su amante.

Desde un punto de vista de amor interhumano, la escena resulta coherente. El manzano es signo de amor para el Cantar (cf. 2,3; 7,9), igual que para otras religiones y culturas; por eso no hay dificultad en descubrir este manzano como signo del amor definitivo, fuerte, ya cargado con la gran promesa de sus frutos: Esto es el amor, esto es la vida de los hombres que se unen para siempre: manzano que resiste por los siglos, con las flores que se vuelven siempre frutos; con los frutos redondos, colorados, olorosos y gustosos que ya nunca se marchitan. Bajo el manzano de la vida (el manzano del paraíso original de Gen 2-3)  dos enamorados se abrazan. Sobre el abrazo de los hombres el gran árbol asciende de la tierra hasta los cielos y cubre con sus ramas a todos los vivientes. Recreando esta imagen del gran árbol, SJCruz se vale de un símbolo que hallamos en muchas culturas; no tiene que explicarlo, pues se entiende por sí mismo.

Hay otro dato que resulta quizá más enigmático: en gesto de amor, el esposo repara a la amante, a la que ahora vemos como hija de madre violada. Las explicaciones que se pueden dar a ese motivo son variadas, pero sólo una resulta coherente: la amante era mujer marcada por un tipo de estigma; no era princesa legítima de corte, ni señora honrada entre los grandes de la tierra.

Su madre fue violada y quizá luego expulsada de la "buena sociedad". La hija fue alejada, entre pastores bondadosos pero rudos, como huérfana que nunca tuvo apoyo verdadero ni pudo conocer al padre. No era mala, pero estaba abandonada, llevando en sí el estigma de su propia soledad de niña aislada y de muchacha que decían "ilegítima".

En esta perspectiva se comprende el gesto del esposo que la acoge y legitima como reparación. Nunca tuvo casa verdadera esta muchacha, ahora la tiene; nunca tuvo un hombre, ahora lo tiene. De esta forma se repara su desgracia y la desgracia de su madre; entra el amor como principio de vida y gratuidad donde existía antes violencia (violación). En el lugar donde el varón obraba simplemente por capricho voluptuoso y posesivo (era sólo un vio­ lador) emerge ahora la palabra de respeto y compromiso: "fuiste desposada", "te di la mano". Ahora se viene a reparar el mal antiguo; ya se rompe el estigma de violencia y destrucción que iba pasando de las madres a las hijas.

Se han juntado así los dos poderes que liberan el camino de la historia: el amor de mujer que transforma al varón; la palabra de varón que acepta a la mujer. Al llegar a este nivel se han vinculado y completado el amor y la palabra de una forma igual para los dos amantes: recibe amor el varón, asume palabra la mujer, de tal forma que ambos pueden realizarse como humanos. Ésta es la redención, la reparación de nuestra historia.

Pero, una vez aquí, encontramos rasgos que parecen todavía misteriosos. SJCruz es maestro en alusiones; estos versos nos ofrecen un ejemplo muy concreto. Ciertamente, el manzano puede ser un árbol de amor sin más matices; pero todos los lectores cristianos encuentran aquí un signo del jardín del paraíso y de la cruz de Jesucristo. Ciertamente, el esposo repara la falta que hizo un "no esposo" (un violador primero); pero todos los cristianos sienten pronto que ese esposo verdadero es Cristo y que el antiguo violador se llama Adán o, mejor, el mismo diablo. Entramos así en un campo de referencias simbólicas que ahondan y precisan el sentido de todo este pasaje. Escuchemos en primer lugar al mismo SJCruz en su comentario:

"Declara el esposo al alma en esta canción la admirable manera y traza que tuvo en redimirla y desposarla consigo..., diciendo que, así como por medio del árbol vedado en el paraíso fue perdida y estragada en la naturaleza humana por Adán, así en el árbol de la cruz fue redimida y reparada, dándola allí la mano de su favor y misericordia por medio de su muerte y pasión...

Y así dice debajo del manzano, esto es, debajo del árbol de la cruz que aquí es entendido por manzano, donde el Hijo de Dios redimió y, por consiguiente, desposó consigo la naturaleza humana... Porque tu madre, la naturaleza humana, fue violada en tus primeros padres debajo del árbol, y tú allí también debajo del árbol de la cruz fuiste reparada; de manera que si tu madre debajo del árbol te dio la muerte, yo debajo del árbol de la cruz te di la vida" (CB 23,2-5).

 Es éste un tema conocido en la literatura religiosa de aquel tiempo. Tan común, que aquí sobra todo comentario. Debemos, sin embargo, referirnos a la cita de la Biblia. Dice el texto hebreo: "Debajo del manzano yo te desperté, allí donde tu madre te había concebido..." (Cantar 8,5). De esa forma se han unido los amores de la madre y de la hija. Concibióla ya la madre en gozo de amor bajo el manzano; despertóla ahora su amado a la vida ya madura de delicias y de encuentro bajo aquel mismo manzano. Eso significa que el Cantar desconoce el pecado original y sigue poniendo a los amantes en el mismo paraíso, sin rupturas o violencias (vio­ laciones).

Atento al texto hebreo, fray Luis de León ha resaltado esa inocencia de amor y la ha expresado en su Exposición al Cantar (sobre el verso 8,6). SJCruz se ha mantenido fiel al texto que ofrece la Vulgata: "Sub arbore malo suscitavi te; ibi corrupta est mater tua, ibi violata est genitrix tua" (8,5): "bajo el árbol del manzano te elevé; allí había sido corrompida tu madre, allí había sido violada tu genitora". Más que traducción, la Vulgata ofrece aquí una interpretación histórico-salvífica del texto hebreo, en la línea de los comentarios patrísticos; corrupción o violación de amor había sido el pecado del principio; redención y elevación es el amor que Dios ofrece ahora por Cristo.

Digo que SJCruz se mantiene fiel al tema que le ofrece la Vulgata, con toda o casi toda la tradición espiritual y teológica del tiempo. Esa tradición, aunque literariamente descaminada, es ver­ dadera en su sentido más profundo; ha vinculado Cantar y Génesis, caída original y redención por el amor en Jesucristo.

Como es habitual, SJCruz ha recreado el mismo texto que le ofrece la Vulgata; pero en vez de resaltar el lugar de la caída (el ibi, ibi de 8,5 se refiere a corrupción y violación) ha destacado por dos veces el espacio de la nueva creación en el amor; queda al fondo la caída (interpretada sólo como violación, no corrupción), pero lo que importa es que ha venido a realizarse allí la redención, que es desposorio y donación de mano (allí, allí de CB 23, versos 2 y 3).

El pecado original recibe en esta línea nueva fuerza al expresarse como falta de amor en su doble vertiente de ruptura con Dios y entre los hombres. Quedan al fondo las palabras de los grandes profetas que interpretan el pecado de Israel como adulterio, ruptura de la alianza: el pueblo que era esposa ha rechazado al Dios-esposo y se vincula a dioses falsos, que son ídolos del mundo. Proyectando esa experiencia en el paraíso (Gén 3), descubriremos con SJCruz los dos rasgos del pecado primigenio:

  1. a) Es ruptura frente a Dios. Donde tenía que haber gracia (trans­ parencia ante el misterio) se ha venido a colocar ahora violencia; la vida interpretada como lucha, deseo posesivo o egoísmo de un ser humano que se encierra en sí
  2. b) Es ruptura interhumana. Así aparece la mujer como violada, mientras queda el violador Pudiera ser Adán, primer varón. Parece el diablo, que convierte la manzana buena del amor gratuito y transparente en fruto de discordia,destrucción y muerte.

 No pueden separarse esos dos planos o niveles del pecado. Es ciertamente ruptura frente a Dios, a quien el texto ha interpretado como fuerza de amor. Al mismo tiempo es ruptura interhumana, que aparece reflejada en la violencia entre el varón y la mujer. En ese fondo descubrimos una inversión significativa. Son muchos los textos que asocian la mujer al diablo, es decir, al pecado; existen numerosas representaciones medievales donde la serpiente y Eva ofrecen unos mismos rasgos; según eso, diablo es para el hombre la mujer perversa ya desde la misma raíz del paraíso.

Pues bien, nuestro poema invierte ese supuesto presentando a la mujer como una víctima; ella es la violada. SJCruz no dice que Adán fuera el violador o el diablo, pero de algún modo lo supone. Por eso, en el lugar donde actuaba el diablo corruptor ha tenido que elevarse Jesucristo, transformando el árbol de la muerte en cruz de nuevo matrimonio.

Evidentemente, la esposa reparada es en el Cántico expresión de los varones y mujeres, de tal forma que el mismo simbolismo aquí indicado debe trascenderse. Pero es significativo el hecho de que SJCruz presente a toda nuestra humanidad como una hija de la gran madre violada. Gracia y desgracia se hallaban en Eva condensadas. Por eso la amante de este nuevo paraíso es signo de todos los vivientes; es la humanidad que se libera en gracia y puede ya vivir en transparencia ante Dios y ante todos los hermanos.

Ahora se entiende mejor el principio de la estrofa: debajo del manzano. La atención del oyente o lector queda fijada en ese árbol misterioso bajo el cual renace la vida de los hombres como desposorio de amor y redención. Es evidente que SJCruz está pensando en el árbol de la cruz, como indicaba ya su comentario. Sobre este fondo se ilumina aquella hermosa canción de Un pastorcico que SJCruz ha glosado "a lo divino": llora el pastor porque se encuentra "olvidado de su bella pastora", y por eso se deja "maltratar en tierra ajena":

"y al cabo de un gran rato se ha encumbrado sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos;y muerto se ha quedado asido dellos,el pecho de amor muy lastimado" (Un pastorcico 16-20).

 La historia se ha invertido en estos versos. El Cántico presenta la aventura del amor desde la esposa, que ha encontrado al fin su dignidad bajo el Calvario. La canción del Pastorcico cuenta esa misma historia desde Cristo; sufre de la ausencia de la amada y muere en cruz por ella; sólo de esa forma puede rescatarla y ofrecerle la mano del amor por siempre.

En ese amor de Cristo que culmina en el calvario ha descubierto SJCruz la fuerza y el sentido de todos los amores. Por eso, al llegar a este nivel, el Cántico se viene a presentar como parábola del hombre que busca su verdad (amor) y acaba encontrándola en Cristo. Así lo indica de manera muy precisa en las palabras que son centro de su comentario:

 Este desposorio que se hizo en la cruz no es del que ahora vamos hablando; porque aquél es desposorio que se hizo de una vez, dando Dios al alma la primera gracia, lo cual se hace en el bautismo con cada alma; mas éste es por vía de perfección, que no se hace sino muy poco a poco por sus términos, que, aunque es todo uno, la diferencia es que el uno se hace al paso del alma, y así va poco a poco, y el otro al paso de Dios, y así hácese de una vez" (CB 23,6).

 Después de haber dicho que son cosas distintas, SJCruz rectifica y afirma que son todo uno, pues sólo hay un amor originario para los hombres. Ese amor se ha realizado ya en el Cristo al paso de Dios (es decir, de una vez y para siempre); eso significa que estamos salvados porque aquel pastorcito se ha elevado para siempre sobre el árbol del Calvario. Pues bien, nosotros debemos asumir y desplegar aquel amor muy poco a poco, es decir, al paso del alma; no ha querido Dios salvarnos desde fuera; no ha querido ni podido imponernos el cariño de su Hijo por la fuerza. Sólo en libertad de amor nos sigue ofreciendo desposorio, nos extiende la mano de su gracia y nos repara de la herida de violencia y muerte de la historia 

Entendida así, esta estrofa (CB 23) se convierte en eje de interpretación de todo el Cántico en su aspecto vertical (encuentro con Dios) y horizontal (amor interhumano). Falta de amor es el pecado convertido ya en violencia (violación universal de las mujeres y varones en un mundo interpretado como lucha). Amor es gracia; apertura gratuita y transparente, palabra de acogida y reverencia, mano siempre abierta de cariño. Donde esto existe nace de nuevo el paraíso; descubrimos florecido el gran manzano de los antiguos  mitos hecho signo del Dios de Jesucristo.

AMOR DE HOMBRE, DIOS ENAMORADO. SAN JUAN DE LA CRUZ: UNA ALTERNATIVA ...

2. A MOR DE HOMBRE, DIOS ENAMORADO, EL CÁNTICO ESPIRITUAL, Desclée de B. Bilbao 2004.

CB 23. Desposorio y redención.    La estrofa anterior la contaba un narrador, que podía mirar al interior del muro, donde los amantes habían superado el miedo precedente. Ahora eleva su palabra el Amado y ratifica su amor, apelando a los signos del pecado y de la redención cristiana (CB 23):

  • Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada;
  • allí te di la mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.

               Estas son palabras de creación y pascua del Dios que ha creado el mundo para desposarse con los hombres, compartiendo con ellos su existencia, y del Señor resucitado que proclama su victoria de amor bajo el manzano, que era signo de pecado y que ahora es vida y amor sobre la muerte. El relato está lleno de intenso dramatismo: violación, desposorio y reparación. En este contexto escuchamos, por primera y última vez, la palabra madre, que aparece aquí con rasgos negativos de mujer violada, aunque se dice luego que su hija (nueva humanidad) ya ha sido reparada[3].

  1. Debajo del manzano. (1) Ha sido un árbol simbólico de amores, como sabía el Cantar: “Manzano entre los árboles silvestres es mi Amado entre los jóvenes; a su sombra quiero sentarme y comer de sus frutos sabrosos” (Ct2, 3). Por eso la amante de Ct 2, 5 ha pedido: “que me conforten con manzanas" pues desfallece de amor y sólo puede saciarla el Amado. (2) El manzano es también árbol del pecado, conocimiento sin amor (del bien y el mal), del que comieron los primeros padres (Gen 2-3). La suerte de la humanidad ha venido a condensarse en un árbol que, pudiendo ser signo de amor, ha tendido a convertirse en principio de pecado, señal de perdición[4].

Donde tu madre fuera violada. Para SJC, el primer pecado es la violación que invierte y destruye el sentido de aquello que debía haber sido gratuidad de amor. Dios llamó a los hombres y mujeres a la vida en libertad, de tal manera que pudieran entregarse y ser unos en otros, en amor fecundo. Pues bien, rechazando esa llamada, los primeros hombres se hicieron violencia, se impusieron por la fuerza unos a otros y convirtieron el encuentro amoroso en violación sexual[5]. En esa línea se sitúa el Cántico. No dice quien fue el violador, pero su sombra planea a lo largo del poema, oponiéndose al Amado-Esposo, como contra-punto o fondo negativo de la historia humana.

               Lo cierto es que la madre fue violada. ¿Quién lo hizo: el Diablo, el primer hombre (Adán), un híbrido de Diablo y hombre?[6] Como poeta y persona de experiencia cristiana, SJC no tiene que decidir entre esas tres figuras, ni ofrecer una respuesta teórica al problema del origen del pecado, sino que se limita a evocar el signo de la madre violada, que está al fondo de gran parte de la antigua apocalíptica y la gnosis. El tema queda ambiguo, pero lo cierto es que la humanidad aparece vinculada a un “pecado” de origen, a un riesgo entendido como violación primera de la madre, es decir a una falta de amor[7].

  1. Allí de ti la mano... De una violación habíamos nacido, como hijos de mentira y prepotencia, carentes de amor. En soledad estábamos: nadie había ofrecido antes la mano a la mujer caída (al conjunto de los hombres), nadie se había colocado ante ella en igualdad y ternura, regalándole su vida. En el tiempo de las violaciones, hombres y mujeres, se habían echado la mano para oprimirse o dominarse, de manera que terminaba por imponerse el más fuerte, conforme a una lectura ordinaria de Gen 3, 16, donde se dice que “la mujer deseará al varón y él le dominará”; no se unían para darse mano y vida el uno al otro, sino para elevarse uno contra otro y dominarle[8]. Pues bien, en contra de ese gesto de violencia, que hacía de la vida una guerra y mercado de lucha y compra-venta de intereses, este hombre nuevo, que se define como Amado, ha presentado aquí el gesto más hondo y poderoso de la gracia que redime y crea vida: te di la mano. Dar es regalar para compartir, pues una mano extendida está esperando a otra mano, pues no puede darse una sin otra. Dar la mano es darlo todo, en cuerpo y alma, es regalarse en matrimonio. Este es el lugar del nacimiento de la verdadera vida humana[9].
  2. Allí conmigo fuiste desposada. Él le da la mano, ella la acoge y la devuelve, de manera que los dos se dan y toman mutuamente, creándose los dos, siendo uno en el otro. Para eso han surgido, para eso han recorrido los caminos de la historia. En este momento la madre violada se convierte en hija y mujer digna de ser amado, se vuelve así persona. Por gracia de Dios, desde el mismo pecado (historia violenta) ha surgido esta unión personal, de la destrucción violadora ha surgido la ternura de los desposados, que se regalan la vida y se vinculan en pura gratuidad, descubriendo y compartiendo el desposorio con Dios y en Dios (la alianza de amor inter-humano)[10].

               Frente al violador, que quedaba en penumbra (como Diablo u hombre pervertido), se eleva a plena luz el Esposo que habla en primera persona (“conmigo fuiste desposada”), siendo amor que acoge y repara (como dirá el verso siguiente). El tema nos sitúa en el centro de la historia humana, en su fuerte paradoja. (1) El violador oprimía a las mujeres, pero engendraba; era perverso pero, al mismo tiempo, podía presentarse como padre de una hija-humanidad a la que el Esposo liberaba en el huerto. (2) El Esposo repara por amor y de esa forma cierra un tipo generaciones de violencia, comenzando un tiempo de un ser-amor que dura siempre. Estos desposorios en Dios expresan el misterio escatológico o final que ha destacado el Apocalipsis 21-22: estas son las Bodas del Cordero y la Novia, el cielo del amor en sí, como muestra CB 30, donde los amantes hacen guirnaldas, pero ya no engendran, pasando del amor de padres-hijos (que se mantiene en la línea de la generación) al amor sin fin de unos esposos, vida culminada en Vida, eternidad de amor.

  1. Y fuiste reparada. Al principio dominaba la violencia (violación), era guerra de sexos y personas. Por eso fue precisa una reparación: superar la lucha a muerte, reparar la casa rota, redimir el pecado, conseguir la victoria de la vida... Pues bien, esa victoria no se logra por ninguna nueva forma de violencia (imposición o sacrificio, expiación o castigo), sino en amor gratuito. Así ha planteado SJC el tema de la redención, central en la Biblia y que muchos cristianos han resuelto en términos de fuerza y sacrificio: (1) Ha sido una guerra, y el más fuerte (Dios) ha triunfado de los menos fuertes, los demonios y hombres malos, castigados al infierno. (2) Ha sido una guerra, y Dios ha exigido por ley la reparación sacrificial y expiatoria de su Hijo en la cruz. (3) Pues bien, en contra de esas dos visiones, SJC no interpreta la redención como guerra donde Dios expulsa a los malos al infierno, no hay ira de Dios, ni debemos calmarle con sacrificios, pues la reparación es sólo amor gratuito y generoso, sin mezcla de violencia.

               Dios esposo ha redimido por puro amor a la humanidad (hija de madre violada); la ha redimido al amarla y por amarla, debajo del manzano, árbol de ley (conocimiento del bien-mal), convertido ya expresión de gracia. El pecado era violencia, violación general de las generaciones de la historia. La reparación será un amor de gracia, vida compartida. Así restaura el amor lo arruinado, redime lo perdido: el mismo Dios esposo se ha dejado amar, ofreciéndonos su mano, dándonos la vida, bajo el signo del manzano, convertido ya en árbol de pascua, enamoramiento culminado[11].

  1. 23. Debajo del manzano
  •  Debajo del manzano,
  • allí conmigo fuiste desposada,
  • allí te di la mano
  • y fuiste reparada
  • donde tu madre fuera violada.

  1. Amor, el árbol de la vida

Quedaban los esposos en el huerto, reclinados uno en otro, en actitud de amor cumplido (CB 22). Pero, a fin de que ese gesto sea pleno y claro (instauración de un nuevo ser), es necesaria la palabra, que proviene especialmente del Amado, como la de Dios cuando decías “hágase” y se hacían todas las cosas (Gen 1). Tendiendo un velo de pudor sobre lo que había sido esa noche de amor, el esposo había permanecido en silencio, pero ahora, culminada ya, se eleva y ratifica el proceso anterior (allí te di la mano), en gesto que instaura el amor y lo mantiene. Es como si la celebración oficial del matrimonio, a través de la palabra, viniera tras lo celebrado (a diferencia de lo que suele decirse en un plano eclesiástico: primero matrimonio, luego celebración del amor)[12].

Ahora, descubrimos que el matrimonio (final del desposorio) se ha realizado en un lugar muy concreto del huerto, debajo del manzano, en localización importante, ratificada por el doble allí que sigue (allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano…). No hay un “celebrante exterior” (un ministro o testigo oficial de la boda), pues son ellos mismos los ministros de su unión, y así lo ratifica el Amado, dirigiendo su palabra a la Esposa, para confirmar lo sucedido, dando fe de ello, y para situarlo en un contexto de historia bíblica[13].

La estrofa anterior presentaba a la esposa reclinada sobre los dulces brazos del Amado (CB 22). Ahora cambia la imagen, y los dos se encuentran debajo del manzano. Entre esas dos escenas (sobre los brazos debajo del manzano)ha sucedido algo esencial, y que el Esposo certifica diciendo allí te de la mano, es decir, el cuerpo y alma. Desde un punto de vista de amor interhumano, la escena resulta coherente. El manzano es signo de amor en la Biblia (cf. Cant 2, 3; 7,9) y en otras culturas, y así aparece aquí como signo de comunión definitiva, amor que se hace vida, matrimonio.

Esto es amor, ésta es la vida de los hombres que se unen sin fin, el milagro de la comunión de gratuidad: Manzano que permanece para siempre, con flores que se vuelven frutos; con frutos redondos, colorados, olorosos y gustosos que ya nunca se marchitan. Ése es el signo del amor, un matrimonio que no destruye y seca la iluminación del noviazgo, sino que la mantiene y enriquece para siempre, una llama que consuma sin consumirse. Bajo el manzano de la vida dos enamorados se abrazan, ése es todo el universo de Dios.

Este signo del manzano es fácil de entender, por su referencia al Paraíso (Gen 2-3) y al Cantar de los Cantares. Pero hay otro signo más misterioso, pues se dice que el Amado ha reparado a la Amante, que aparece como hija de madre violada, esto es, de una mujer marcada por un tipo de estigma. La Amante no es princesa legítima de corte, ni honrada entre los grandes de la tierra, pues su madre había sido violada y quizá luego expulsada Por eso, ella misma, la hija, fue alejada, entre pastores, huérfana de padre.

Esta Esposa del manzano no era moralmente mala, sino mucho peor, a los ojos del mundo: Era ilegítima, hija de una madre violada, recogiendo así una historia casi infinita de violación de mujeres, utilizadas, maltratadas, expulsadas, debajo de todos los árboles del mundo, en todos los arrabales de la tierra. En esta perspectiva, el gesto del esposo que la acoge y legitima es una reparación y elevación de la mujer, no por castigo, sino por amor. Ella nunca había poseído casa propia, estuvo a merced de violadores y raptores. Ahora la tiene, está “casada”, pues la casa del Amado es suya, debajo del manzano, todo el universo.

Entre la violación de la madre, evocada por Gen 3 (¡Eva no fue pecadora, sino violada) y la reparación de la hija, ratificada aquí, por amor de Amado, transcurre toda la historia de la humanidad. De esta forma repara el Amado la desgracia de su Amante y la falta de honor de su madre, poniendo Amor (¡poniéndose a sí mismo!) donde antes había existido violencia (violación). En el lugar donde el varón obraba simplemente por capricho voluptuoso y posesivo (como violador) emerge ahora el Esposo: fuiste desposada[14].

  1. El amor es una mano siempre abierta

Debajo del manzano, árbol simbólico de amores, como sabía el Cantar: “Manzano entre los árboles silvestres es mi Amado entre los jóvenes; a su sombra quiero sentarme y comer de sus frutos sabrosos” (Cant2, 3). Por eso la Amante ha pedido: “que me conforten con manzanas" (cf. Cant 2, 5)… Pues bien, bajo el manzano ha tomado el Amado a su Amante que había recorrido todos los caminos de la geografía del amor para encontrarle.

De esa forma ha invertido Dios (Cristo) la historia de pecado condensada también bajo manzano, el del conocimiento sin amor, que, según la tradición, comieron nuestros padres (Gen 2-3). Pues bien, ahora, el signo del manzano (y la mujer-humanidad) ha sido nuevamente rescatados no por penitencia o castigo, sino por un amor más alto[15].

Allí conmigo fuiste desposada. El Amado confirma su amor, y ella lo acoge y comparte, de manera que los dos se dan y toman mutuamente, dándose uno a otro y siendo los dos Uno. Para eso han debido buscarse, a lo largo de las canciones anteriores (CB 1-21), para eso se han encontrado, culminado sus caminos que de esa manera se vinculan, desembocando en el huerto, debajo del nuevo manzano.

En este momento la madre violada se hace hija y mujer digna de Amado. Por gracia de Dios, desde el mismo pecado (historia violenta) ha surgido esta unión personal. De esa manera, la destrucción anterior se vuelve construcción más fuerte de matrimonio, pues los desposados se regalan la vida y se vinculan en pura gratuidad, descubriendo y compartiendo el desposorio en (y con) Dios (la alianza de amor inter-humano)[16].

Allí de ti la mano... De una violación habíamos nacido, como hijos de mentira y prepotencia, carentes de amor. En soledad estábamos: nadie había ofrecido antes la mano a la mujer caída (al conjunto de los seres humanos), nadie se había colocado ante ella en igualdad y ternura, regalándole su vida. En el tiempo de la violación, hombres y mujeres, se habían echado la mano unos a (contra) otros, para oprimirse o dominarse, de manera que terminaba por imponerse el más violento, conforme a una lectura superficial de Gen 3, 16, donde se dice que “la mujer deseará al varón y él le dominará”, en gesto de deseo dominado al fin por la violencia.

Pues bien, en contra de ese gesto de violencia, que convertía la vida humana en mercado y guerra de lucha y compra-venta de intereses, el Amado presenta y ratifica aquí su más honda y poderosa decisión de gracia que redime y crea vida: allíte di la mano. Dar es regalar para compartir, pues una mano extendida está esperando otra mano, para ratificar de esa manera el pacto de la vida[17].

Y fuiste reparada. Al principio dominaba la violencia (violación), como guerra de sexos, personas y grupos sociales. Por eso fue precisa una reparación: superar la lucha a muerte, reparar la casa rota, redimir el pecado, conseguir la victoria de la vida... Pues bien, esa victoria no se logra por ninguna nueva forma de violencia (imposición o sacrificio, expiación o castigo, que sacia de algún modo el deseo de venganza de Dios), sino a través del amor gratuito. Allí donde existía y se imponía la violencia ha ofrecido Dios su amor gratuito, revelándose así como esposo enamorado de los hombres, a través del Cristo[18].

Dios esposo ha redimido por amor a la humanidad (hija de madre violada), al amarla y por amarla, debajo del manzano, árbol de ley (conocimiento del bien-mal), convertido en expresión de gracia (árbol de amor de la Cruz, como SJC ha puesto de relieve en su poema Un pastorcico, solo, está penado…). El pecado era violencia, violación universal de las generaciones de la historia. La reparación será gracia superior, pues sólo el amor restaura lo arruinado, redime lo perdido: el mismo Dios esposo se ha dejado amar, ofreciéndonos su mano, dándonos la vida, bajo el signo del manzano, convertido en árbol de pascua, enamoramiento culminado[19].

Donde tu madre fuera violada. Según SJC, el primer pecado ha sido la violación que invierte y destruye (seca) la fuente de amor sobre la tierra. Dios llamó a los hombres y mujeres a la vida en libertad gratuita. Pues bien, rechazando esa llamada, los hombres convirtieron su vida en violencia, se impusieron por la fuerza unos a otros y cambiaron el encuentro amoroso en violación sexual. No se trata de un pecado de sexo, sino de imposición y de dominio, tal como ha sido evocado en la caída de los ángeles guardianes que bajaron de la altura de Dios para violar a las mujeres, conforme a un mito antiguo.

El pecado es perversión de amor. En contra de eso, la reparación es el amor gratuito de Dios que ofrece vida y se entrega en gratuidad de amor allí donde los hombres respondían con pecado. Como poeta y creyente, SJC no tiene que resolver de manera teórica el problema del origen del pecado, pero sabe y dice que la práctica de amor es superación del pecado. Por evoca el signo de la madre violada sin amor (es decir, por un falso esposo que no ama), que está en el fondo de gran parte de la teología antigua, pasando de esa forma al signo de una mujer-hija que es amada y responde como Amante[20].

San Juan de la Cruz. Obras Completas - EDE - Editorial de Espiritualidad

 3. EJERCICIO DE AMOR. EL CÁNTICO ESPIRITUAL, PAULINAS, MADRID 2017

Debajo del manzano,

  • allí conmigo fuiste desposada,
  • allí te di la mano
  • y fuiste reparada
  • donde tu madre fuera violada.

Amor, el árbol de la vida. Quedaban los esposos en el huerto, reclinados uno en otro, en actitud de amor cumplido (CB 22). Pero, a fin de que ese gesto sea pleno y claro (instauración de un nuevo ser), es necesaria la palabra, que proviene especialmente del Amado, como la de Dios cuando decías “hágase” y se hacían todas las cosas (Gen 1). Tendiendo un velo de pudor sobre lo que había sido esa noche de amor, el esposo había permanecido en silencio, pero ahora, culminada ya, se eleva y ratifica el proceso anterior (allí te di la mano), en gesto que instaura el amor y lo mantiene. Es como si la celebración oficial del matrimonio, a través de la palabra, viniera tras lo celebrado (a diferencia de lo que suele decirse en un plano eclesiástico: primero matrimonio, luego celebración del amor)[21].

Ahora, descubrimos que el matrimonio (final del desposorio) se ha realizado en un lugar muy concreto del huerto, debajo del manzano, en localización importante, ratificada por el doble allí que sigue (allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano…). No hay un “celebrante exterior” (un ministro o testigo oficial de la boda), pues son ellos mismos los ministros de su unión, y así lo ratifica el Amado, dirigiendo su palabra a la Esposa, para confirmar lo sucedido, dando fe de ello, y para situarlo en un contexto de historia bíblica[22].

La estrofa anterior presentaba a la esposa reclinada sobre los dulces brazos del Amado (CB 22). Ahora cambia la imagen, y los dos se encuentran debajo del manzano. Entre esas dos escenas (sobre los brazos debajo del manzano)ha sucedido algo esencial, y que el Esposo certifica diciendo allí te de la mano, es decir, el cuerpo y alma. Desde un punto de vista de amor interhumano, la escena resulta coherente. El manzano es signo de amor en la Biblia (cf. Cant 2, 3; 7,9) y en otras culturas, y así aparece aquí como signo de comunión definitiva, amor que se hace vida, matrimonio.

Esto es amor, ésta es la vida de los hombres que se unen sin fin, el milagro de la comunión de gratuidad: Manzano que permanece para siempre, con flores que se vuelven frutos; con frutos redondos, colorados, olorosos y gustosos que ya nunca se marchitan. Ése es el signo del amor, un matrimonio que no destruye y seca la iluminación del noviazgo, sino que la mantiene y enriquece para siempre, una llama que consuma sin consumirse. Bajo el manzano de la vida dos enamorados se abrazan, ése es todo el universo de Dios.

Este signo del manzano es fácil de entender, por su referencia al Paraíso (Gen 2-3) y al Cantar de los Cantares. Pero hay otro signo más misterioso, pues se dice que el Amado ha reparado a la Amante, que aparece como hija de madre violada, esto es, de una mujer marcada por un tipo de estigma. La Amante no es princesa legítima de corte, ni honrada entre los grandes de la tierra, pues su madre había sido violada y quizá luego expulsada Por eso, ella misma, la hija, fue alejada, entre pastores, huérfana de padre.

Esta Esposa del manzano no era moralmente mala, sino mucho peor, a los ojos del mundo: Era ilegítima, hija de una madre violada, recogiendo así una historia casi infinita de violación de mujeres, utilizadas, maltratadas, expulsadas, debajo de todos los árboles del mundo, en todos los arrabales de la tierra. En esta perspectiva, el gesto del esposo que la acoge y legitima es una reparación y elevación de la mujer, no por castigo, sino por amor. Ella nunca había poseído casa propia, estuvo a merced de violadores y raptores. Ahora la tiene, está “casada”, pues la casa del Amado es suya, debajo del manzano, todo el universo.

Entre la violación de la madre, evocada por Gen 3 (¡Eva no fue pecadora, sino violada) y la reparación de la hija, ratificada aquí, por amor de Amado, transcurre toda la historia de la humanidad. De esta forma repara el Amado la desgracia de su Amante y la falta de honor de su madre, poniendo Amor (¡poniéndose a sí mismo!) donde antes había existido violencia (violación). En el lugar donde el varón obraba simplemente por capricho voluptuoso y posesivo (como violador) emerge ahora el Esposo: fuiste desposada[23].

  1. El amor es una mano siempre abierta

Debajo del manzano, árbol simbólico de amores, como sabía el Cantar: “Manzano entre los árboles silvestres es mi Amado entre los jóvenes; a su sombra quiero sentarme y comer de sus frutos sabrosos” (Cant2, 3). Por eso la Amante ha pedido: “que me conforten con manzanas" (cf. Cant 2, 5)… Pues bien, bajo el manzano ha tomado el Amado a su Amante que había recorrido todos los caminos de la geografía del amor para encontrarle.

De esa forma ha invertido Dios (Cristo) la historia de pecado condensada también bajo manzano, el del conocimiento sin amor, que, según la tradición, comieron nuestros padres (Gen 2-3). Pues bien, ahora, el signo del manzano (y la mujer-humanidad) ha sido nuevamente rescatados no por penitencia o castigo, sino por un amor más alto[24]. 

  1. Allí conmigo fuiste desposada. El Amado confirma su amor, y ella lo acoge y comparte, de manera que los dos se dan y toman mutuamente, dándose uno a otro y siendo los dos Uno. Para eso han debido buscarse, a lo largo de las canciones anteriores (CB 1-21), para eso se han encontrado, culminado sus caminos que de esa manera se vinculan, desembocando en el huerto, debajo del nuevo manzano.

En este momento la madre violada se hace hija y mujer digna de Amado. Por gracia de Dios, desde el mismo pecado (historia violenta) ha surgido esta unión personal. De esa manera, la destrucción anterior se vuelve construcción más fuerte de matrimonio, pues los desposados se regalan la vida y se vinculan en pura gratuidad, descubriendo y compartiendo el desposorio en (y con) Dios (la alianza de amor inter-humano)[25].

  1. Allí de ti la mano... De una violación habíamos nacido, como hijos de mentira y prepotencia, carentes de amor. En soledad estábamos: nadie había ofrecido antes la mano a la mujer caída (al conjunto de los seres humanos), nadie se había colocado ante ella en igualdad y ternura, regalándole su vida. En el tiempo de la violación, hombres y mujeres, se habían echado la mano unos a (contra) otros, para oprimirse o dominarse, de manera que terminaba por imponerse el más violento, conforme a una lectura superficial de Gen 3, 16, donde se dice que “la mujer deseará al varón y él le dominará”, en gesto de deseo dominado al fin por la violencia.

Pues bien, en contra de ese gesto de violencia, que convertía la vida humana en mercado y guerra de lucha y compra-venta de intereses, el Amado presenta y ratifica aquí su más honda y poderosa decisión de gracia que redime y crea vida: allíte di la mano. Dar es regalar para compartir, pues una mano extendida está esperando otra mano, para ratificar de esa manera el pacto de la vida[26].

  1. Y fuiste reparada. Al principio dominaba la violencia (violación), como guerra de sexos, personas y grupos sociales. Por eso fue precisa una reparación: superar la lucha a muerte, reparar la casa rota, redimir el pecado, conseguir la victoria de la vida... Pues bien, esa victoria no se logra por ninguna nueva forma de violencia (imposición o sacrificio, expiación o castigo, que sacia de algún modo el deseo de venganza de Dios), sino a través del amor gratuito. Allí donde existía y se imponía la violencia ha ofrecido Dios su amor gratuito, revelándose así como esposo enamorado de los hombres, a través del Cristo[27].

Dios esposo ha redimido por amor a la humanidad (hija de madre violada), al amarla y por amarla, debajo del manzano, árbol de ley (conocimiento del bien-mal), convertido en expresión de gracia (árbol de amor de la Cruz, como SJC ha puesto de relieve en su poema Un pastorcico, solo, está penado…). El pecado era violencia, violación universal de las generaciones de la historia. La reparación será gracia superior, pues sólo el amor restaura lo arruinado, redime lo perdido: el mismo Dios esposo se ha dejado amar, ofreciéndonos su mano, dándonos la vida, bajo el signo del manzano, convertido en árbol de pascua, enamoramiento culminado[28]. 

  1. Donde tu madre fuera violada. Según SJC, el primer pecado ha sido la violación que invierte y destruye (seca) la fuente de amor sobre la tierra. Dios llamó a los hombres y mujeres a la vida en libertad gratuita. Pues bien, rechazando esa llamada, los hombres convirtieron su vida en violencia, se impusieron por la fuerza unos a otros y cambiaron el encuentro amoroso en violación sexual. No se trata de un pecado de sexo, sino de imposición y de dominio, tal como ha sido evocado en la caída de los ángeles guardianes que bajaron de la altura de Dios para violar a las mujeres, conforme a un mito antiguo.

El pecado es perversión de amor. En contra de eso, la reparación es el amor gratuito de Dios que ofrece vida y se entrega en gratuidad de amor allí donde los hombres respondían con pecado.Como poeta y creyente, SJC no tiene que resolver de manera teórica el problema del origen del pecado, pero sabe y dice que la práctica de amor es superación del pecado. Por evoca el signo de la madre violada sin amor (es decir, por un falso esposo que no ama), que está en el fondo de gran parte de la teología antigua, pasando de esa forma al signo de una mujer-hija que es amada y responde como Amante[29].

  1. El amor repara todo lo quebradoEl manzano puede ser árbol de amor sin más matices; pero los cristianos saben que es el árbol del jardín del paraíso y la cruz de Jesucristo, el esposo verdadero, Amando, que vence por amor al violador perverso:
  •  Declara el esposo al alma en esta canción la admirable
  • manera y traza que tuvo en redimirla y desposarla consigo...,
  • diciendo que, así como por medio del árbol vedado en el paraíso
  • fue perdida y estragada en la naturaleza humana por Adán,
  • así en el árbol de la cruz fue redimida y reparada,
  • dándola allí la mano de su favor y misericordia
  • por medio de su muerte y pasión...
  • Y así dice debajo del manzano, esto es, debajo del árbol de la cruz
  • que aquí es entendido por manzano, donde el Hijo de Dios redimió
  • y, por consiguiente, desposó consigo la naturaleza humana...
  • Porque tu madre, la naturaleza humana, fue violada
  • en tus primeros padres debajo del árbol,
  • y tú allí también debajo del árbol de la cruz fuiste reparada;
  • de manera que si tu madre debajo del árbol te dio la muerte,
  • yo debajo del árbol de la cruz te di la vida (CB 23,2-5).

 Esta versión del tema del pecado no responde al Cantar de los Cantares, pero es verdadera en su sentido más profundo, pues contrapone el amor del Cristo esposo al pecado de violación antigua (desde el principio de la humanidad). Como es habitual, SJC ha tomado el texto de la Vulgata; pero en vez de resaltar el lugar de la caída (el ibi, ibi de Cant Vulg 8, 5, que se refiere a corrupción y violación) ha destacado la nueva creación en el amor. Ciertamente; queda al fondo esa caída/pero lo que importa es que allí mismo se ha venido a dar la redención, que no es castigo, sino desposorio y donación de mano, amor más hondo[30].

En ese fondo podemos hablar de un gran cambio. Son muchos los textos que asocian la mujer al diablo, es decir, al pecado, numerosas las representaciones medievales donde la serpiente y Eva tienen unos mismos rasgos, de manera que el Diablo sería para el hombre la mujer perversa ya desde el mismo paraíso convertido en fuente de pecado. Pues bien, nuestro poema invierte esa visión, y así presenta a la mujer como víctima, no como pecadora, como una víctima que ama (Amante). Por su parte, el Amado no viene para “perdonarla” (no tiene de qué perdonarla), sino para amarla de un modo más fuerte, superando así el pecado de violación (que no es de ella, sino de otros)[31].

 NOTAS

[1] La humanidad-pastora rechaza y niega al Jesús amante, de forma que a Jesús no le queda más salida que morir por ella (dejarse matar en la Cruz). Por eso, en realidad no le matan los que le condenan a muerte (aunque aunque en un sentido lo hagan), sino que es él mismo quien se mata (se deja matar) por amor, para que así los hombres (la pastora amada), puedan descubrir y acepten su amor. La violencia de los asesinos de Jesús (sacerdotes judíos, soldados romanos, un sistema de imposición) constituye la expresión de un poder que se impone por la fuerza, porque no cree en el amor. Desde una perspectiva antropológica y teológica, nos hubiera gustado que SJC hubiera comentado en prosa este poema clave (lo mismo que el de la Trinidad), pero no lo ha hecho, quizá porque ha pensado que su sentido quedaba bien claro.

[2] Sobre la función de esta estrofa en la estructura de conjunto del CB, cf. THOMPSON, El poeta, 61-93; E. PACHO, Vértice, 128-221; F. Ruiz, Introducción, 215-248; J. C. NIETO, San Juan de la Cruz, poeta del amor profano, Torre de la Botica, Swan, Navacerrada 1988, insiste, partiendo de esta estrofa, en el carácter meramente erótico del Cántico, en interpretación que, a nuestro juicio, resulta unilateral.

 [3] Esta es la palabra de la pascua cristiana, pregón de amor en plenitud, que el mismo Esposo enamorado proclama y ratifica sobre el nuevo y verdadero Edén. La comentaremos cambiando el orden de los versos, para seguir una lógica de prosa, más lineal, atreviéndonos a ofrecer un breve comentario de tipo antropológico allí donde SJC, más prudente y hondo, ha preferido quedar en silencio.

[4] SJC ha interpretado el pecado de Adán y Eva como falta de amor: tomaron del manzano (se tomaron) sin amarse, convirtiendo así lo que podía ser gratuidad personal, ser-amor, en campo de batalla y competencia, que Jesús ha superado regalándose del todo, dándose a sí mismo, en el nuevo árbol-manzano de la cruz.

[5] De esa forma, SJC ha interpretado el “pecado original” de Gen 2-3 como violación primera y principio de una historia de violaciones, que la Biblia canónica ha dejado en la penumbra (se alude en Gen 6), pero que han sido desarrolladas o evocadas de forma insistente por muchos libros apócrifos, como los de Henoc e incluso por Ap 12.He desarrollado el tema en Antropología bíblica, Sígueme, Salamanca 1993.

[6] He aludido a tres posibles figuras (1) ¿Un monstruo satánico, como el Dragón de Ap 12, 1-5, que se elevó al principio contra la mujer, cuyo Hijo pretendía devorar?. Pero ese Dragón-Diablo no aparece expresamente como Violador, sino como poder anti-divino mentiroso que realiza su maldad a través de las grandes bestias de la historia (Ap 13). Nuestro canto, en cambio, supone que ha existido violación. (2) ¿El mismo Adán, hombre perverso, que se habría impuesto de manera brutal sobre Eva?. Si fuera así, la pareja que debía ser principio de amor en gratuidad (Adán-Eva) se habría convertido en portadora de muerte, a través de una generación sexual pecaminosa. (3) ¿Un violador híbrido? Los aspectos anteriores, diabólico y humano, podrían unirse de manera que al principio de la historia se hallara la sombra insistente de un combinado bestial (semi-humano, semi-demoníaco), que violaba a las mujeres, empezando por la primera madre, de forma que seríamos “hijos de la mala Eva”, seres ilegítimos, incapaces de vivir en libertad (como supone de algún modo la oración medieval: Salve Regina).

[7] Al fondo de esa historia descubrimos la imagen de la serpiente del paraíso que, de alguna forma, ocupa el lugar de Adán (padre perverso) violando a la madre. Según eso, los primeros hombres no se dieron la mano ni se abrazaron con ternura, sino que impusieron su ley de violencia sobre todas las relaciones afectivas (paternas, maternas, filiales, esponsales), de manera que se fueron deslizando de forma irresistible hacia un abismo de muerte, pues allí donde no existe amor la vida se destruye a sí misma.

[8] En esta línea puede entenderse la interpretación paulina del pecado “original” ( Rom 1-3)9 como ruptura con Dios, violencia sexual (en un plano de intimidad) y violencia social (lucha de todos contra rodos).

[9] Así se expresa el pacto más hondo de solidaridad y encuentro personal de ser-amor, cumpliéndose aquello que buscaba la mujer enamorada en CB 3: Iré... Siendo pies que caminan, ojos que se miran, oídos que escuchan el silbo amoroso, los hombres son manos que abrazan, dándose la vida. Cuando el Esposo dice “allí de di la mano” está diciendo: nos casamos, entregamos mutuamente la existencia.

[10] Esto es lo que Dios nos ha dado en Jesús, aquello para lo que habíamos sido criados al principio (aunque habíamos sufrido violación). Para alcanzar esa meta de amor y desposorio ha sido necesaria una historia larga de búsqueda y amores que SJC ha descubierto en Ez 16 que hablaba de la doncella de Israel, desnuda, arrojada a la vera del camino, a la que Dios mismo quiso hacer su esposa. Ha sido una historia providencial, una marcha en la que, superando el riesgos de violencia y adulterio, los hombres han podido alcanzar su madurez y pureza de amor, desposándose con Dios (en Dios). Una experiencia semejante fue descrita por los grandes profetas (desde Oseas y Jeremías con Ezequiel, hasta el Segundo y Tercer Isaías). SJC supone que esa historia ha culminado en Cristo, de manera que la doncella de Ez 16 es ya la humanidad entera.

[11] Mi Antropología bíblica (Sígueme, Salamanca 1993) llevaba un subtítulo que quiere definir esta temática: Del árbol del juicio al sepulcro de pascua. La referencia al manzano, con la que ha empezaba este canto (CB 23), vuelve a presentar la vida como paraíso donde hombres y mujeres recuperan por Jesús la experiencia originaria de la gracia. De esa forma, el árbol de la cruz (manteniendo su sentido original de entrega de la vida) se vuelve por la pascua signo de reparación y desposorios, sepulcro abierto donde ha sido vencido la muerte. No hay necesidad de templo, ni de signos religiosos especiales. Los amantes se dan simplemente la mano y así son, así rezan. Ellos son, con su entrega y reconciliación, bajo el manzano, en comunión de vida, el signo de Dios, Presencia divina. Esta reparación de amor anuncia el final de una etapa inmadura, el comienzo de una plenitud que nunca acaba; ella se puede expresar de dos maneras. (1) Allí donde el amor se expresa plenamente termina un tipo de historia: no son necesarios los hijos, llega el cielo de la contemplación eterna. En esta línea, que es muy positiva, se han situado muchos hombres y mujeres que han renunciado a engendrar sobre la tierra; pero ella puede cerrarnos en una visión gnóstica de la historia, si es que los hijos se toman fruto de violación y se interpreta la unión sexual fecunda como negativa. (2) Ese amor reparador puede interpretarse también como principio de nueva paternidad, dentro de la misma historia. Signo y presencia nueva de ese amor de Dios son los hijos, que abren el futuro del mismo Dios, a través de la historia humana.

[12] Antes, el Amado no hablaba, a no ser de forma indirecta o a través del coro, en los momentos saliente del drama (cf. CB 13; 20-21). Quizá pudimos escucharle también cuando la Amante elevaba en nombre de los dos su palabra (cf. "cazadnos" de CB 17; "nuestros umbrales" de CB 18). Pero sólo ahora proclama él su palabra, ratificando su amor de matrimonio.

[13] El Amado supone que la Amante conoce bien el sitio, y lo resalta por tres veces (debajo del manzano, allí, allí), como respondiendo a la pregunta inicial: ¿Adónde te escondiste...? (CB 1). No se había escondido; sino que estaba esperando a su Amada, allí, bajo el manzano, para tomarla y darse a ella como Esposo para siempre.

[14] De esa forma repara el Amado el mal antiguo y rompe el estigma de violencia y destrucción que pasaba de madres a hijas. De esa forma se vinculan los poderes fundantes de la historia: amor de mujer que transforma al varón; palabra de varón que reconoce a la mujer. Recibe amor el varón, asume palabra la mujer, y ambos pueden realizarse en su verdad, como personas. Desde la cárcel de Toledo, donde corre el riesgo de morir “violado” (=aplastado) por la prepotencia de poderes religiosos de mentira, proyecta y canta SJC el nuevo “matrimonio del amor”, recreando el paraíso de Gen 2-3, para convertirlo en aquello que debía haber sido: Amor de los hombres con Dios, y de los hombres entre sí, “debajo del manzano”, ya sin Diablo.

[15] SJC ha interpretado el pecado de Adán-Eva como falta de amor: Comieron del manzano (se “comieron”) sin amarse, convirtiendo así lo que podía ser gratuidad personal, en campo de batalla, que Jesús ha superado regalándose del todo, dándose a sí mismo, en el nuevo árbol-manzano de la cruz. Desde ese fondo recrea SJC toda la historia. Ciertamente, las manzanas aparecen en la Biblia con menos frecuencias que otros frutos (higuera, granado y palma, por ejemplo), lo que parece indicar que su cultivo se hallaba menos extendida en los medios populares, pero la encontramos en diversos pasajes sapienciales y poéticos, como en Proverbios (“Manzana de oro con adorno de plata es la palabra bien dicha”) y el Cantar, en un contexto de dignidad y riqueza (cf. Prov 25, 11; Cant 2, 3.5). El hecho de que el manzano no aparezca en la lista de los árboles importantes de Dt 8, 8 puede deberse a que es menos frecuente o a que su cultiva generalizado se ha extendido en un tiempo posterior.

En ese contexto ha de entenderse la referencia al árbol y fruto prohibido del paraíso, del que Eva comió y del que dio a comer a su marido, aunque el texto en sí no habla de manzana, sino del “fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal”, hermoso para ver y delicioso para comer (Gen 2,9.17; 3,6). El Génesis no especifica la identidad del árbol, de manera que cada uno puede interpretar a su manera, para indicar la hondura del deseo humano, el conflicto entre la ley de Dios y un tipo de desobediencia y de pecado; pero SJC lo entiende como manzano  (relacionándolo también con el árbol de la cruz, que sería un tronco de manzano). Eva habría sido violada por la serpiente, pero su hija (que es la humanidad) ha sido “reparada” no sólo por el amor de Cristo Esposo, sino por su propio amor de mujer enamorada (Amante).

[16] Esto es lo que Dios nos ha dado en Jesús, aquello para lo que habíamos sido criados al principio (aunque habíamos sufrido violación). Para alcanzar esa meta de amor y desposorio ha sido necesaria una historia larga de búsqueda y amores que SJC ha descubierto en Ez 16 donde se hablaba de la doncella de Israel, desnuda, a la vera del camino, a la que Dios mismo quiso hacer su esposa.  Una experiencia semejante fue descrita por otros profetas (desde Oseas y Jeremías, hasta el Segundo y Tercer Isaías). SJC supone que esa historia ha culminado en Cristo, de manera que la doncella no es pecadora en sí (como en Ez 16) sino víctima, hija de mujer violada.

[17] En esta línea puede entenderse la interpretación paulina del pecado (Rom 1-3) como ruptura con Dios, imposición sexual (violación) y violencia social (lucha de todos contra rodos). No es un pecado histórico concreto (al principio de los tiempos, con un hombre y una mujer individuales: Eva y Adán), sino el pecado de fondo de la historia humana, condensado de un modo especial en la violación de la mujer, oprimida bajo la prepotencia del deseo de los hombres. Pues bien, en contra de eso, dar la mano es darlo todo, en cuerpo y alma, regalarse en matrimonio. Este es el lugar del nacimiento de la verdadera vida humana, debajo del manzano de la historia convertida en espacio de comunicación personal. Así se expresa el pacto más hondo de solidaridad y encuentro, de ser-amor, cumpliéndose aquello que buscaba la mujer enamorada en CB 3: Iré... En esa línea, siendo pies que caminan, ojos que se miran, oídos que escuchan el silbo amoroso, los hombres son manos que abrazan, dándose la vida. Así, cuando el Esposo dice “allí de di la mano” está diciendo: nos casamos, entregamos mutuamente la existencia.

[18] Muchos cristianos habían interpretado en términos de sacrificio, como una guerra en la que el más fuerte (Dios) ha triunfado sobre otros menos fuertes, pero muy perversos, los demonios y los individuos malos, para castigarlos al infierno. Dios habría exigido por ley la reparación sacrificial y expiatoria de su Hijo, teniendo que sufrir muerte en cruz por ello. Pues bien, en contra de esas visiones, SJC no interpreta la reparación/redención como guerra donde Dios expulsa a los malos al infierno, un Dios airado a quien debemos calmar con sacrificios, sino ofrenda de amor donde antes prevalecía el odio, de gratuidad donde había triunfado la violencia de muerte.

[19] La referencia al manzano, con la que ha empezaba este canto (CB 23), vuelve a presentar la vida como paraíso donde hombres y mujeres recuperan por Jesús la experiencia originaria de la gracia. De esa forma, el árbol de la cruz (manteniendo su sentido original de entrega a favor de los demás) se convierte en signo de reparación y desposorios. No hay necesidad de templo, ni de signos religiosos especiales. Los amantes se dan simplemente la mano y así son y rezan, como signo de Dios, Presencia divina.

[20] SJC ha interpretado el “pecado original” de Gen 2-3 como violación, un tema que la Biblia canónica ha dejado en la penumbra (se alude a ella en Gen 6), pero que han sido desarrollo de forma insistente por muchos apócrifos, como los de Henoc e incluso por Ap 12, como he señalado en Antropología bíblica, Sígueme, Salamanca 2005. En esa línea se sitúa el Cántico. No dice quien fue el violador, pero su sombra siniestra planea a lo largo del poema.  (a) Podría ser un  monstruo satánico, como el Dragón de Ap 12, 1-5, que se elevó al principio contra la mujer, a cuyo Hijo pretendía devorar. Pero ese Dragón-Diablo no aparece expresamente como Violador, sino como devorador (Ap 13). (b) El mismo Adán, hombre perverso, que habría violado a Eva. Pero la tradición bíblica no habla en este campo de pecado sexual. (c) Podría hablarse quizá de un violador híbrido, un combinado bestial (semi-humano, semi-demoníaco), que violaba a las mujeres, empezando por la primera madre, de forma que seríamos “hijos de la mala Eva”, en una línea evocada por algunos apócrifos.

Al fondo de esa historia descubrimos la imagen de la serpiente del paraíso que a veces ocupa el lugar de Adán (padre perverso) violando a la madre. Según eso, los primeros hombres no se dieron la mano ni se abrazaron con ternura, sino que impusieron su ley de violencia sobre todas las relaciones afectivas (paternas, maternas, filiales, esponsales), de manera que se fueron deslizando de forma irresistible hacia un abismo de muerte. Pues bien, frente al violador, que ahora queda en penumbra (como Diablo o un hombre pervertido), se eleva aquí a plena luz el Esposo que habla en primera persona (“conmigo fuiste desposada”), como amor que acoge y repara (como dirá el verso siguiente). Ese tema nos sitúa en el centro de la gran inversión bíblica: ElViolador oprimía a las mujeres (y en este caso concreto a la Madre-Eva), apareciendo al mismo tiempo como padre de una humanidad esclavizada, sometido: en contra de eso, el DiosEsposo repara por amor a la Hija-Mujer esclavizada, superando así el ciclo de generaciones de violencia.

[21] Antes, el Amado no hablaba, a no ser de forma indirecta o a través del coro, en los momentos saliente del drama (cf. CB 13; 20-21). Quizá pudimos escucharle también cuando la Amante elevaba en nombre de los dos su palabra (cf. "cazadnos" de CB 17; "nuestros umbrales" de CB 18). Pero sólo ahora proclama él su palabra, ratificando su amor de matrimonio.

[22] El Amado supone que la Amante conoce bien el sitio, y lo resalta por tres veces (debajo del manzano, allí, allí), como respondiendo a la pregunta inicial: ¿Adónde te escondiste...? (CB 1). No se había escondido; sino que estaba esperando a su Amada, allí, bajo el manzano, para tomarla y darse a ella como Esposo para siempre.

[23] De esa forma repara el Amado el mal antiguo y rompe el estigma de violencia y destrucción que pasaba de madres a hijas. De esa forma se vinculan los poderes fundantes de la historia: amor de mujer que transforma al varón; palabra de varón que reconoce a la mujer. Recibe amor el varón, asume palabra la mujer, y ambos pueden realizarse en su verdad, como personas. Desde la cárcel de Toledo, donde corre el riesgo de morir “violado” (=aplastado) por la prepotencia de poderes religiosos de mentira, proyecta y canta SJC el nuevo “matrimonio del amor”, recreando el paraíso de Gen 2-3, para convertirlo en aquello que debía haber sido: Amor de los hombres con Dios, y de los hombres entre sí, “debajo del manzano”, ya sin Diablo.

[24] SJC ha interpretado el pecado de Adán-Eva como falta de amor: Comieron del manzano (se “comieron”) sin amarse, convirtiendo así lo que podía ser gratuidad personal, en campo de batalla, que Jesús ha superado regalándose del todo, dándose a sí mismo, en el nuevo árbol-manzano de la cruz. Desde ese fondo recrea SJC toda la historia. Ciertamente, las manzanas aparecen en la Biblia con menos frecuencias que otros frutos (higuera, granado y palma, por ejemplo), lo que parece indicar que su cultivo se hallaba menos extendida en los medios populares, pero la encontramos en diversos pasajes sapienciales y poéticos, como en Proverbios (“Manzana de oro con adorno de plata es la palabra bien dicha”) y el Cantar, en un contexto de dignidad y riqueza (cf. Prov 25, 11; Cant 2, 3.5). El hecho de que el manzano no aparezca en la lista de los árboles importantes de Dt 8, 8 puede deberse a que es menos frecuente o a que su cultiva generalizado se ha extendido en un tiempo posterior.

En ese contexto ha de entenderse la referencia al árbol y fruto prohibido del paraíso, del que Eva comió y del que dio a comer a su marido, aunque el texto en sí no habla de manzana, sino del “fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal”, hermoso para ver y delicioso para comer (Gen 2,9.17; 3,6). El Génesis no especifica la identidad del árbol, de manera que cada uno puede interpretar a su manera, para indicar la hondura del deseo humano, el conflicto entre la ley de Dios y un tipo de desobediencia y de pecado; pero SJC lo entiende como manzano  (relacionándolo también con el árbol de la cruz, que sería un tronco de manzano). Eva habría sido violada por la serpiente, pero su hija (que es la humanidad) ha sido “reparada” no sólo por el amor de Cristo Esposo, sino por su propio amor de mujer enamorada (Amante).

[25] Esto es lo que Dios nos ha dado en Jesús, aquello para lo que habíamos sido criados al principio (aunque habíamos sufrido violación). Para alcanzar esa meta de amor y desposorio ha sido necesaria una historia larga de búsqueda y amores que SJC ha descubierto en Ez 16 donde se hablaba de la doncella de Israel, desnuda, a la vera del camino, a la que Dios mismo quiso hacer su esposa.  Una experiencia semejante fue descrita por otros profetas (desde Oseas y Jeremías, hasta el Segundo y Tercer Isaías). SJC supone que esa historia ha culminado en Cristo, de manera que la doncella no es pecadora en sí (como en Ez 16) sino víctima, hija de mujer violada.

[26] En esta línea puede entenderse la interpretación paulina del pecado (Rom 1-3) como ruptura con Dios, imposición sexual (violación) y violencia social (lucha de todos contra rodos). No es un pecado histórico concreto (al principio de los tiempos, con un hombre y una mujer individuales: Eva y Adán), sino el pecado de fondo de la historia humana, condensado de un modo especial en la violación de la mujer, oprimida bajo la prepotencia del deseo de los hombres. Pues bien, en contra de eso, dar la mano es darlo todo, en cuerpo y alma, regalarse en matrimonio. Este es el lugar del nacimiento de la verdadera vida humana, debajo del manzano de la historia convertida en espacio de comunicación personal. Así se expresa el pacto más hondo de solidaridad y encuentro, de ser-amor, cumpliéndose aquello que buscaba la mujer enamorada en CB 3: Iré... En esa línea, siendo pies que caminan, ojos que se miran, oídos que escuchan el silbo amoroso, los hombres son manos que abrazan, dándose la vida. Así, cuando el Esposo dice “allí de di la mano” está diciendo: nos casamos, entregamos mutuamente la existencia.

[27] Muchos cristianos habían interpretado en términos de sacrificio, como una guerra en la que el más fuerte (Dios) ha triunfado sobre otros menos fuertes, pero muy perversos, los demonios y los individuos malos, para castigarlos al infierno. Dios habría exigido por ley la reparación sacrificial y expiatoria de su Hijo, teniendo que sufrir muerte en cruz por ello. Pues bien, en contra de esas visiones, SJC no interpreta la reparación/redención como guerra donde Dios expulsa a los malos al infierno, un Dios airado a quien debemos calmar con sacrificios, sino ofrenda de amor donde antes prevalecía el odio, de gratuidad donde había triunfado la violencia de muerte.

[28] La referencia al manzano, con la que ha empezaba este canto (CB 23), vuelve a presentar la vida como paraíso donde hombres y mujeres recuperan por Jesús la experiencia originaria de la gracia. De esa forma, el árbol de la cruz (manteniendo su sentido original de entrega a favor de los demás) se convierte en signo de reparación y desposorios. No hay necesidad de templo, ni de signos religiosos especiales. Los amantes se dan simplemente la mano y así son y rezan, como signo de Dios, Presencia divina.

[29] SJC ha interpretado el “pecado original” de Gen 2-3 como violación, un tema que la Biblia canónica ha dejado en la penumbra (se alude a ella en Gen 6), pero que han sido desarrollo de forma insistente por muchos apócrifos, como los de Henoc e incluso por Ap 12, como he señalado en Antropología bíblica, Sígueme, Salamanca 2005. En esa línea se sitúa el Cántico. No dice quien fue el violador, pero su sombra siniestra planea a lo largo del poema.  (a) Podría ser un  monstruo satánico, como el Dragón de Ap 12, 1-5, que se elevó al principio contra la mujer, a cuyo Hijo pretendía devorar. Pero ese Dragón-Diablo no aparece expresamente como Violador, sino como devorador (Ap 13). (b) El mismo Adán, hombre perverso, que habría violado a Eva. Pero la tradición bíblica no habla en este campo de pecado sexual. (c) Podría hablarse quizá de un violador híbrido, un combinado bestial (semi-humano, semi-demoníaco), que violaba a las mujeres, empezando por la primera madre, de forma que seríamos “hijos de la mala Eva”, en una línea evocada por algunos apócrifos.

Al fondo de esa historia descubrimos la imagen de la serpiente del paraíso que a veces ocupa el lugar de Adán (padre perverso) violando a la madre. Según eso, los primeros hombres no se dieron la mano ni se abrazaron con ternura, sino que impusieron su ley de violencia sobre todas las relaciones afectivas (paternas, maternas, filiales, esponsales), de manera que se fueron deslizando de forma irresistible hacia un abismo de muerte. Pues bien, frente al violador, que ahora queda en penumbra (como Diablo o un hombre pervertido), se eleva aquí a plena luz el Esposo que habla en primera persona (“conmigo fuiste desposada”), como amor que acoge y repara (como dirá el verso siguiente). Ese tema nos sitúa en el centro de la gran inversión bíblica: ElViolador oprimía a las mujeres (y en este caso concreto a la Madre-Eva), apareciendo al mismo tiempo como padre de una humanidad esclavizada, sometido: en contra de eso, el DiosEsposo repara por amor a la Hija-Mujer esclavizada, superando así el ciclo de generaciones de violencia.

[30] El texto hebreo del Cantar no hablaba de pecado o violación: "Debajo del manzano yo te desperté, allí donde tu madre te había concebido..." (Cant 8,5). Debajo del mismo manzano la concibió su madre, y allí despertó al amor a la hija; atento al texto hebreo, fray Luis de León ha resaltado en ese contexto la inocencia de amor y la ha expresado en su Exposición al Cantar (sobre el verso 8,6). Pero SJCha tomado como base el texto latino de la Vulgata: "Sub arbore malo suscitavi te; ibi corrupta est mater tua, ibi violata est genitrix tua" (8,5): "Debajo el árbol del manzano te elevé; allí había sido corrompida tu madre, allí había sido violada tu engendradora".

Más que traducción, la Vulgata ofrece una interpretación teológica del texto hebreo, y en esa línea avanzan muchos comentarios patrísticos del libro: Corrupción o violación de amor había sido el pecado original; redención y elevación es el amor que Dios ofrece ahora por Cristo. De manera consecuente, SJC mantiene la visión de la Vulgata, con casi toda la tradición espiritual y teológica del tiempo. El Amado redime, pero no lo hace a través de un sacrificio, sino poniendo simplemente amor donde pudo haber pecado (allí, allí de CB 23, versos 2 y 3).

El pecado original aparece así como falta de amor en su doble vertiente de ruptura con Dios y entre los hombres, siguiendo en la línea de la tradición de los grandes profetas que interpretan la caída de Israel como adulterio, ruptura de la alianza, negación de amor: el pueblo que era esposa ha rechazado al Dios-esposo, vinculándose a los dioses falsos, que son ídolos del mundo. Proyectando esa experiencia en el paraíso (Gén 3), descubriremos con SJC los dos rasgos del pecado primigenio: (a) Es ruptura frente a Dios. Donde debería haberse dado gracia (transparencia ante el misterio) ha surgido violencia; la vida interpretada como lucha, deseo posesivo o egoísmo de un ser humano que se encierra en sí mismo. (b) Rd ruptura interhumana. Así aparece la mujer como violada, mientras queda el violador velado, pudiendo ser Adán o el Diablo, da lo mismo. Sea quien fuere su autor, el pecado es violación, es decir, violencia sin amor.

[31] Es evidente que para SJC esta esposa reparada es compendio de todos los varones y mujeres que se dejan amar y aman por Cristo. Por eso, la Amante del Cántico es la humanidad liberada por el amor de Dios. En ese contexto se entiende el principio de la estrofa: debajo del manzano. Es evidente que SJC está pensando en el árbol de la cruz, como indicaba ya en CB, y sobre todo en la canción de Un pastorcico, que él mismo ha glosado a lo divino: “Llora el pastor porque se encuentra olvidado de su bella pastora, / y por eso se deja maltratar en tierra ajena; / y al cabo de un gran rato se ha encumbrado sobre un árbol, / do abrió sus brazos bellos; y muerto se ha quedado asido dellos, / el pecho de amor muy lastimado (Pastorcico 16-20).

Estos versos invierten un motivo central de la teología de occidente, donde se ha supuesto que los hombres deben “reparar” a Dios. En contra de eso, esta canción dice que Dios mismo (Pastorcico, Esposo) repara el pecado (desamor) de los hombres, desposándose y muriendo por ellos. Ésta es la historia del Amado, que sufre la ausencia de la Amante y muere en cruz por ella. El sentido más hondo del amor no es que los hombres deban reparar a Dios el daño que le han hecho por su pecado, sino que Dios ame y repare con su amor el pecado de los hombres, muriendo en ellos y por ellos, poniendo así vida allí donde los hombres ponían muerte.

Dios no ha querido salvarnos desde fuera; no ha querido ni podido imponernos el cariño de su Hijo Amado por la fuerza, sino que nos ha dado su amor de un modo libre y para siempre, esperando que nosotros queramos responderle. Precisamente allí donde nosotros comenzamos a pecar (fuimos violados) ha querido iniciar él su camino de reparación, viviendo y muriendo como Amado por nosotros, para que así podamos responderle. Sobre el tema del pastorcico que pena de amor y sube al árbol para morir por su amada, cf. Cf. F. García Lorca, De fray Luis, 83ss; Cadrecha , San Juan de la Cruz, 129-145

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