Orando por Jose Mari Campanón Al entrar en el sueño que lleva a la VIDA y la LUZ

Al entrar en el sueño que lleva a  la VIDA y la LUZ
Al entrar en el sueño que lleva a la VIDA y la LUZ Jose Moreno Losada

La oración en la noche... desde un compañero sacerdote entrañable con el que hemos compartido presbiterio y diócesis. Ahora le toca partir y nos duele, oramos en el dolor y en la esperanza, en la fe y en el agradecimiento a su mnisterio. Cuando, ayudado por cuidados paliativos, se dispone a entrar en el sueño que lleva a la vida y a la luz, la que el presentó y anunció a sus comunidades cristianas a las que sirvió.

Al entrar en tu sueño, hermano sacerdote

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Jose-Maria-Campanon-Forte-interior-1200-x-1027 Jose Moreno Losada

Querido José María Campanón:

Hoy ha sido un día de revuelo en mi quehacer vital por estas tierras madrileñas. Nuestro querido Vicente Martín ha sido elegido para ser consagrado como obispo auxiliar para Madrid y mi amigo Fernando Rivas ha proclamado su última lección en Comillas, titulándola de un modo excelente “Elogio de un maestro cristiano”.

Los dos eventos en los que he participado me han conmovido, uno recordándome todos los años que pasé en el seminario con ese deseo firme de ser realmente fiel a la misión encomendada en la tarea formativa y docente –siendo conscientes de que tuve fallos-, el otro porque siento todavía en mi corazón los casi treinta años pasados entre pupitres en las clases propias de teología y en las impartidas en la universidad de Extremadura, especialmente en la facultad de educación. Pero la noticia que más me ha marcado en mi interior y me ha estado dando vueltas a lo largo de toda la tarde, es la que me ha comunicado Javi Moreno –“El papa, como tú me responderías- en la comida, al decirme que ya estabas en fase avanzada de tu enfermedad y en proceso de sedación en cuidados paliativos, hasta que el corazón que lo tienes muy fuerte aguantara.

Hoy eran las últimas clases de alguna materia y he ido a la universidad al caer la tarde, pero la cabeza la tenía en tu persona y en la relación contigo, en los toques durante la enfermedad. No podía dejar de sentir y pensar en un montón de cosas. Me acordaba en aquellos años de filosofía, cuando cada cierto tiempo te tocaba hablar conmigo como formador, tus ojos fijos y atentos, tus palabras concisas y claras, de fondo la sencillez de tu familia, tu madre, tu padre, tu hermana, los tíos de tu padre… tu historia y tu deseo de ser tú mismo en medio de toda aquella realidad. Tu capacidad para el estudio y las materias, aunque las ocultabas bajo una gracia y un humor que te hacían alegre a la vez que humilde. Tus buenas anécdotas, sin herir, cuando cantaba por ejemplo Rico en la capilla y  Pery y tú le echabais monedas al pasar, animándolo en la tarea. La ayuda en el campo en las vacaciones y tus estancias en los campamentos con los chavales con ilusión y ganas… montones de cosas. Un joven rico en relaciones, jovial, pequeño pero lanzado y directo a tus objetivos que siempre fueron sencillos, pero no por ello dejaron de ser profundos. Hemos vivido tantas cosas…

Después tu ministerio enraizado y conectado con la realidad de los pueblos, haciéndote uno de tantos, sin pretender nada, cuando decías “¿qué tendrá ese Badajoz que todos quieren quedarse allí?”…. Qué gozo supuso para mi estar en la celebración de tus veinticinco años sacerdotales en Burguillos del cerro. Aquel día me vine feliz a casa y contento por todo lo que estabas viviendo y sintiendo, la homilía que proclamaste allí en medio de todos nosotros y la alegría que manifestabas por ser lo que eras, sacerdote sin más en medio del pueblo, con una sencillez propia de Jesús de Nazaret.

Y me ha gustado la relación con tus compañeros, especialmente con “Donma” y con Antonio Cerro – tú le llamabas doctor…-, he sentido mucha satisfacción de cómo han estado a tu lado en esta enfermedad larga y dura y como tú los has aceptado como verdaderos hermanos que te sostenían en tu vulnerabilidad, junto a tu familia querida.  Me interpela y agradezco estos cuidados entre sacerdotes. Has querido vivir hasta el último momento, nos has querido hablar de muerte sino solo de vida. Sacar todas tus fuerzas para seguir viviendo fuera como fuera. No deja de ser una forma de enfrentarse a la dureza de lo que poco a poco nos va postrando y situando en la nada de la que venimos.

Tengo un cariño especial a tus detalles callados pero evidentes ante mi persona, todo lo que podía hacer pastoralmente o escribir recibía tu complicidad con gestos pequeños pero directos, con universitarios de tu parroquia, con personas que perdían a sus hijos y necesitaban de la asociación “Por ellos”, con fieles que necesitaban ayuda con el centro escucha. Me encantaba la familiaridad con la que te dirigías, con la seguridad de que estábamos en la misma labor y barco. Tu aplauso afectivo siempre me supuso alegría en mi corazón y alguna vez te lo dije. Siempre recibí tus consejos con ganas porque veía complicidad, hasta cuando me corregías con un montón de humor cubriendo un verdadero amor de fraternidad sacerdotal, me daba cuenta de lo que me decías y cómo me lo decías.

Por eso en esta noche, necesitaba escribir, expresar estos sentimientos, que sólo son algunos…siento con tu momento último lo que dicen los padres al ver que se van sus hijos antes, que nos llevas la delantera en el traspaso de la frontera y nos choca como no natural en el proceso de la vida y del ministerio. No están los tiempos para perder personas trabajadoras y fieles como tú, pero Dios sabrá.

En escatología – con muy buena nota por tu parte-  nos adentrábamos en los vericuetos de la resurrección y la vida eterna como horizonte de plenitud, ahí te encaminas y desde ahí seguro que vamos a seguir trabajando juntos. No sé cómo expresarlo, hoy Vicente manifestaba en la sala capitular de la Almudena que uno de los tesoros más grandes que tenía él en su vida, recordando a los obispos, especialmente al que lo ordenó Antonio Montero, el sentido del presbiterio y el ser diocesano. Desde ese tesoro yo proclamo hoy que tú has sido presbiterio a fondo perdido y entregado y diocesano a carta cabal. Que todos estamos orgullosos de tu sacerdocio y de tu persona. Yo de haber compartido contigo tu etapa de formación en el seminario.  Seguro que en las comunidades en las que has estado, ahora más en Burguillos, la oración será intensa y la acción de gracias a Dios por ti mucho más.

Un abrazo y hasta el cielo.

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