“Haced esto en memoria mía” y “amaos unos a otros” son inseparables Vocación al amor mutuo (Domingo 5º Pascua B 2ª lect. 28.04.2024)

Quienes tienen conciencia de actuar con amor sienten que “el corazón no los condena”

Comentario:si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios” (1Jn 3,18-24)

Seguimos leyendo la segunda parte de la carta: Vivir como hijos de Dios (2,29-4,6). Esta relación llama a obrar su justicia (2,29-3,10), al amor mutuo (3,11-24), a creer en Jesús (4,1-6). El texto de hoy (3,18-24) destaca la vocación al amor mutuo real.

El primer versículo hoy es una llamada evidente:Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (v. 18). Es la evidencia del refrán: “obras son amores, y no buenas razones”. Resuena la sinceridad de la carta de Santiago: “Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Sant 2,15-16). Amar “de verdad y con obras” es atender al necesitado como “imagen de Cristo”: “en verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40.45).

Se nos ofrece un criterio claro para saber si somos cristianos: “en esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, en caso de que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo” (vv. 19-20). Y “esto” es la ortopraxis cristiana, el amor al necesitado (v. 17).

La caridad libera de escrúpulos y da confianza ante Dios: “Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios” (v. 21). “El corazón” (“kardía”): como “asiento de las pasiones y facultades del alma”, mente, voluntad, deseo, intención, centro interior personal. Equivale a “conciencia de amor”, a “inteligencia emocional”. Quienes tienen conciencia de actuar con amor sienten que “el corazón no los condena”. Esta conciencia da “plena confianza ante Dios”. “Plena confianza” es una perífrasis que traduce el término griego “parresía” (“pân”: todo, y “rêsis”: palabra): “palabra total, plena”, “libertad de hablar”, franqueza, claridad, firmeza… Consecuentemente, “cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (v. 22). Más adelante, concreta más la “parresía”: “en esto consiste la confianza que tenemos en él: en que, si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha” (5,14).

Termina la lectura proclamando la voluntad de Dios:este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio” (vv. 23-24).

Jesús conecta la fe en él con la eucaristía. En el evangelio de Juan, dialogando con la gente, a la pregunta “¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”, Jesús contesta: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». La gente insiste: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?”. Le arguyen que Moisés “les dio a comer pan del cielo”. Jesús les contesta que «no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Ellos le piden: «Señor, danos siempre de este pan». La respuesta de es contundente: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” (Jn 6,28-36).

“Este es el Misterio de nuestra fe”, proclamamos tras la consagración eucarística. Ahí unimos la fe en Jesús con su vida comunicada en la Eucaristía. “Haced esto en memoria mía”, “debéis lavaros los pies unos a otros” y “amaos unos a otros” son inseparables (1Cor 11,20). Así realizamos su mandato: “creed en Dios y creed también en mí” (Jn 14,1). Jesús es nuestropan de vida”. “Vida” sin adjetivos: salud, alimento, relación, intimidad… El Vaticano II presenta la Eucaristía como “fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG 11). En ella “está todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo… La Eucaristía es fuente y cima de toda evangelización” (PO 5). El Catecismo: “La Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe” (CIC 1327).

Oración:si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios” (1Jn 3,18-24)

Jesús, escuchamos hoy a “tu siervo Juan,

testigo de la palabra de Dios

y del testimonio tuyo: todo cuanto vio” (Apoc 1,1-2).

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca,

sino de verdad y con obras.

En esto conoceremos que somos de la verdad

y tranquilizaremos nuestro corazón ante él,

en caso de que nos condene nuestro corazón,

pues Dios es mayor que nuestro corazón

y lo conoce todo.

Queridos, si el corazón no nos condena,

tenemos plena confianza ante Dios.

Cuanto pidamos lo recibimos de él,

porque guardamos sus mandamientos

y hacemos lo que le agrada.

Y este es su mandamiento:

que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo,

y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.

Quien guarda sus mandamientos

permanece en Dios, y Dios en él;

en esto conocemos que permanece en nosotros:

por el Espíritu que nos dio” (1Jn 3,18-24).

Sentimos, Jesús, tu llamada a nuestra conciencia:

tu corazón nos pide mirar al nuestro:

¿qué sentimos y cómo nos afecta el creer en ti?;

tu libertad llama a dirigir la nuestra desde el amor;

tu vida nos empatiza con los hermanos, sobre todo con los más débiles.

La eucaristía reaviva tu Espíritu:

nos encontramos contigo y los hermanos;

nos fiamos de ti, Jesús de Nazaret, Mesías de Dios;

contigo hablamos al Padre con libertad plena.

Este Espíritu nos hace atrevidos para pedirte:

«Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana;

inspíranos el gesto y la palabra oportuna

frente al hermano solo y desamparado;

ayúdanos a mostrarnos disponibles

ante quien se siente explotado y deprimido.

Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor,

de libertad, de justicia y de paz,

para que todos encuentren en ella un motivo

para seguir esperando.

Que quienes te buscamos sepamos discernir

            los signos de los tiempos,

 y crezcamos en fidelidad al Evangelio;

 que nos preocupemos de compartir en el amor

las angustias y tristezas,

las alegrías y esperanzas de todo ser humano,

 y así mostremos tu camino de reconciliación,

de perdón, de paz...» (Plegaria eucarística Vb-Vc).

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